Aunque tenía muchos más labiales, quizá el doble, he reducido el número a los que considero más útiles o especiales. Muchos están en nuevo hogar, alguno en la basura porque se había estropeado. Igual he ido terminando fragancias, tenía demasiadas a medias y me daba una pena terrible que se estropearan.
Me parece perfecto que la gente reorganice su espacio, sus vidas, sus armarios, sus cajoneras, yo misma hago pequeños “barridos” de ropa, papeles, maquillaje, etc, cuando considero necesario porque es algo que me relaja. Saber lo que tengo, donde está y encontrarlo fácilmente me da paz, me hace disfrutar muchísimo más de lo que poseo, a la vez que me permite comprar con más cabeza. No me he leído el famoso libro de Marie Kondo, no lo veo necesario, pero si he tomado ideas viendo como las personas se basan en su método y doblan parte de la ropa, no toda porque hay prendas en que no lo veo factible. Sin que sirva de precedente os abro una pequeña ventana a mi organización a través de las fotos que ilustran esta entrada (y no, las prendas no se arrugan).
Muy práctico ver de una pasada las camisetas, pantalones cortos y faldas, aunque los polos no me gusta doblarlos así porque la parte del cuello queda rara.
La ropa interior ahora ocupa la mitad de espacio y hasta los paños de cocina, mandiles y manteles comparten un cajón optimizando espacio. Me ha dado un respiro en la cocina dejando hueco para nuevas cosas y lo mejor que teniendo todo a la vista de una pasada, insisto en este punto porque es el que más me gusta.
Como anécdota, hace años tuve un abrigo de piel vuelta que utilicé muchísimo, negro, con borreguito por dentro, lo puse hasta el aburrimiento pero llegó un momento en que el color negro se había vuelto un poco más claro que de costumbre y me cansé de él. En uno de los barridos que os comento terminó en la bolsa de la ropa para donar y durante el invierno pasado se lo vi a una viejecita que hay donde vivo que siempre empuja un carro de la compra y va acompañada de un perro. Me sentí bien, muy bien y aunque en la mayoría de los casos (en ninguno más a decir verdad) no sepa donde va a parar lo que no utilizo me gusta pensar que será útil.
Con el maquillaje sucede exactamente igual, he pasado fases en las que acumulaba sin demasiado control pero llevo unos años en que elimino la mayor parte de cosas que no utilizo, que no son mi tono, que tengo muchas cosas repetidas del estilo y van a para a familiares o amigos. Me produce satisfacción ver que utilizo las cosas que tengo y también la cara de alegría de quien lo recibe.
Entre lo que he comprado en tantos años y que, afortunadamente, sigo recibiendo productos varios por algunas colaboraciones, me sería imposible gastar todo, así que muchas veces, utilizada un tiempo prudencial una gama de labiales, o de esmaltes de uñas, los regalo a quien los quiera (les de amor, que se dice ahora para todo). ¿Y qué hay de malo en eso? Ni en eso ni en acumularlos.
A mi me empieza a agobiar ver que no tengo espacio para guardar más cosas, me presta mucho más ver hueco libre y por eso tomé la decisión de hacer las “limpiezas”, pero no suelo entrar a criticar quien prefiere llenar una habitación entera porque le place y se lo puede permitir. Tampoco odio por ello a quien dispone de un vestidor enorme aunque muero de envidia porque me gustaría, pero es que últimamente no dejo de ver faltas de respeto que no entiendo y a raíz de una conversación whatsappera me animé a escribir estas líneas. ¿Por qué perdemos el respeto de esa forma? ¿Qué conseguimos metiéndonos con lo que hacen los demás?