
Tengo dos ojos oscuros, casi negros, clavados fijamente en cada movimiento que hago, unos mechones casi rubios que se ensortijan cuando duermen volviéndose rebeldes a como queremos peinar, dos orejas atentas a cada palabra y unos labios que no dejan de sonreír si yo sonrío, de masticar si mastico o de poner cara de sorpresa si así lo hago. Mímica, aprendizaje, amor, vida. Y eso, queramos o no, nos cambia, quien lo acepte bienvenido, quien no, ha sido un placer.
No suelo hacer balances anuales (vale, el año pasado si, una nueva vida y deseos de Navidad) pero este 2016 ha sido tan… tan, tan, tan, que me apetece. Me apetece porque mirando a enero me doy cuenta de todo lo que ha cambiado mi vida, de todo lo que he cambiado yo y hasta tantas cosas que me rodean, pero a la vez me siento muy orgullosa de conseguir que Entre brochas y paletas viva con más fuerza que nunca.
Quizá no con el mayor número de contenido de toda su historia (¿hay alguien ahí?), porque los parones que he hecho han sido importantes, pero si creo que con más ganas. Porque ahora tengo claro que me apasiona, cuando no tienes tiempo y consigues hacer magia para rascar unos minutos e ir hilvanando una entrada poco a poco se te pone una sonrisa en la cara. Cuando esa entrada ve la luz es como si dejaras al desnudo un trocito de ti y a la vez te vuelves un poco más selectiva con lo que haces, o si es “vulgar” intentas que tenga enfoque propio.
Y quizá a veces siento que no tengo el reconocimiento que merezco, si, a veces soy un tanto egoísta y quiero que se me reconozcan cosas. Pero otras lo pienso en frío y ¿si disfruto con ello para qué más? Si sigo fiel a mis principios ¿para qué cambiar nada? Estoy muy orgullosa de no dejar de avanzar con pasos lentos, pero firmes.
Mentiría si digo que al mirar las fotografías más populares que he subido a Instagram durante 2016 me he sorprendido, no. 2016 me ha traído (nos ha traído) un cachorro precioso que crece a una velocidad de vértigo y en el que consumo casi todas las horas y energías, pero feliz, feliz de ver en la mini personita que se va convirtiendo, y a veces feliz de compartir alguna instantánea fugaz en la que no dejo que se le vea la cara.
Me entra la nostalgia de toda la fase del embarazo y ¡madre mía! aun tengo tanto que contaros al respecto… algún día. Viendo las fotos parece que esos nueve meses se fueron al chasquear los dedos y en realidad, al final, se estaban haciendo muy largos, por el peso de la panza y la impaciencia de verle la carita.
Este año he tenido la oportunidad de colaborar con nuevas marcas, de descubrirlas, pero también de disfrutar de viejos conocidos, de ofreceros más sorteos (me gusta también conseguir cosas para quienes me leéis), de tener un contacto más profundo con el mundo de la cosmética natural, de odiar con toda mi alma el phenoxyethanol pero a la vez darme cuenta de que los parabenos no son tan malos ni me hacen tanto daño. Noto que con el tiempo me vuelvo más crítica y me parece increíble la cantidad de cosas que he utilizado en todos estos años de blog. Aunque también me siento orgullosa de ir componiendo algo mejor las fotos de lo que os muestro (no todas, pero si la mayor parte me dejan buen sabor de boca) y de haberme creado rutinas en cuanto al cuidado de la piel.
El tirón de orejas me lo doy porque otra vez más sigo sin modificar la plantilla, mi mente va rápido pero no doy para más. Tengo ideas pero ninguna me termina de convencer y quizá dar un giro de tuerca más radical no fuera bueno.
Ya cerrado 2016 con una sonrisa, pese a tantas cosas que voy descubriendo que no son como había pensado, pese a otras que me han sorprendido para bien. Escribo estas líneas con toneladas de sueño acumulado y contracturas en la espalda, la maternidad es bonita pero también sufrida, igual que la vida en si, una se cansa de mirar tanto postureo de perfección porque las cosas reales tienen sus pros y sus contras. Una no se levanta peinada y con la cara perfecta, una se levanta a duras penas, con sueño, con legañas en los ojos y se enfunda en su bata. Muchas veces hay personas que me preguntan que como puedo con todo, no, no puedo con todo, me voy organizando. Hay días en que tengo permiso para comerme el mundo pero otros a duras penas me puedo sentar a comer. No es cuestión de victimizar, es cuestión de compartir la realidad y ese es un aspecto en el que me gustaría mejorar este año, añadir más corazón (o lo que es lo mismo más entradas personales dentro de cierto límite).
Estoy segura de que 2017 vendrá cargado de cosas buenas, estoy segura de que aunque se cuele algo negativo intentaré que todo el peso caiga sobre lo positivo para seguir avanzando y compartiendo tantas y tantas cosas con quienes me leéis. No se me ha ocurrido mejor manera de iniciar el año que compartiendo pensamientos con vosotras.
Feliz 2017, no olvidéis pensar cosas bonitas. Un brindis grande.
¿Y a vosotras? ¿Qué cosas bonitas os ha traído este 2016, qué le pedís a 2017?